“Se nos acaban los disgustos, mayor. Vamos a llevar el ataúd
a un cine” Santa Evita, Tomás Eloy
Martínez
La trastienda del
cine Rialto, que estaba ubicado en la avenida Córdoba 4283, fue escenario de un
dramático acontecimiento de nuestra historia. En ese sitio estuvo depositado
por un corto tiempo el cadáver de la señora Eva Perón poco después del triunfo de
la llamada Revolución Libertadora. En su novela Santa Evita, Tomás Eloy
Martínez relata el macabro periplo del su cuerpo embalsamado luego de haber
sido sustraído de la sede de la CGT y que culminaría como NN en un cementerio de Milán. La ardua misión le
fue encomendada a un oscuro coronel del ejército, quién asaltado por el
paranoico temor de que la incipiente resistencia peronista le arrebate el
cadáver lleva a cabo una tragicómica peregrinación, una de sus escalas fue un
viejo cine ubicado entre Villa Crespo y Palermo, cuyo dueño habría sido un
antiguo oficial de inteligencia. En el mencionado libro Yolanda Astorga de
Ramallo, hija del chino Astorga, operador del Rialto relata: “Entre noviembre y
diciembre de 1955 llevaron al cine un cajón grande, como de metro y medo, de
madera lustrada. Lo dejaron detrás de la pantalla. Lo trajeron una tarde antes
de la función matineé. Ese día daban Camino a Bali, La Ventana Indiscreta y
Abbott y Costello en la Legión Extranjera”.
Si bien la hija del operador habla de una estancia del ataúd de dos o
tres semanas, las anotaciones del coronel hablan de 68 días, desde el 14 de
diciembre de 1955 hasta el 20 de febrero del año siguiente.
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